Erase una vez una habitación repleta de silencio, un silencio que lo llenaba todo, que se retorcía y ocupaba todos los rincones de ese lugar en el que me desperté aquella mañana, un silencio ensordecedor, un silencio imposible. Un sueño en silencio. Allí estaba, rodeada de nada y de todo a la vez, como cada día… pero mucho más cerca de conseguir encontrarme en aquel desordenado y caótico lugar (...)
Y fue ese silencio interior el que me hizo pensar en lo que estaba convirtiendo mi vida. La tormenta que me despertó, los relámpagos y los truenos del otro lado del cristal, eran una réplica exacta de aquello que sucedía dentro de mí.
Todo estaba oscuro y la lluvia, que parecía no tener fin, amenazaba por terminar de inundar mi cuerpo de duda dejando que allí crecieran a lo largo de cada poro de forma desordenada, un sinfín de ramas que me agobiaban cada día más.
Era el principio de algo sin final que nunca empezó porque siempre estuvo latente dentro de mi…
Pero llegó el final, y con él, también el principio...uno de esos principios perfectos que sabes que serán infinito.
El silencio finalmente se convirtió en sueño.
